Vera Grabe
AUTORA DEL TEXTO: ROSA SALGADO
COLOMBIA, 1951
Sus padres eran inmigrantes alemanes procedentes de Hamburgo. Estudió Antropología en la Universidad de los Andes. A los 21 años comenzó su militancia política y fue cofundadora y dirigente del M-19 (Movimiento 19 de Abril), una organización político-militar que dejó la lucha armada en 1990. A partir de entonces, Vera Grabe fue representante a la Cámara y senadora por la Alianza Democrática M-19. Fue consejera para los Derechos Humanos en la Embajada de Colombia en España desde el 1994 al 1997. Actualmente es investigadora en el Observatorio de Paz en Bogotá en temas de educación y cultura de paz. Imparte seminarios especializados en negociación y resolución de conflictos de la Universidad Central.
Cristina, Julia, Catalina, la Mona, Sara… Todos los nombres que adoptó durante su vida militante estaban dotados de contenido; el verdadero sentido de los objetivos a llevar a cabo que nunca fue fácil. Vera Grabe formó parte del M-19, en la clandestinidad. Cuando un grupo de compañeros “robó” la espada del Libertador Simón Bolívar, en el año 1974, y en su lugar quedó una nota que decía: ”Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”, se abrió su camino guerrillero. Al mismo tiempo, otros miembros del grupo tomaban al asalto el Ayuntamiento de Bogotá. Así se dio a conocer en Colombia el Movimiento 19 de Abril que se había formado en el año 70 bajo el lema “Con el pueblo, con las armas, ¡al poder!”.
Vera Grabe había viajado a Hamburgo pocos años antes presionada por sus padres, para que estudiara en Europa. Tardó poco en darse cuenta de que le faltaban los aromas y los colores de Colombia y, sobre todo, su realidad. La experiencia europea le dejó un gran regalo: reconoció su origen e identificó su compromiso con América Latina.
Pertenece a esa generación fundamental en la que los compañeros y los amigos eran los mismos; la manera de ser, de vivir, de conspirar, de respirar era la misma. Todos juntos. Compartían mentiras, desencuentros, emociones, aventura, riesgo y clandestinidad. Unidos aprendieron que la lucha armada iba en serio, que los finales felices y positivos que querían dar a todas sus acciones tenían otra versión: matar y morir.
Con suerte o con buena estrella, como escribe la propia Vera Grabe en su libro Razones de vida, salió de algunas situaciones complicadas, entre ellas de la cárcel del Buen Pastor, donde estuvo presa entre 1979 y 1980. Para ella aún hoy, su liberación tiene parte de misterio. La cárcel fue un escenario perfecto donde hacer política, donde continuar con la trasformación social y sobre todo una escuela de “formación revolucionaria”.
Antes de llevarla a prisión fue torturada hasta la extenuación. El Movimiento había robado miles de armas de un depósito del ejército en Usaquén. La respuesta llegó con gran rapidez: primero los allanamientos, después las detenciones, las torturas. Fueron cayendo casi todos y casi todas.
“En Colombia hay presos políticos”. Así se dio a conocer el M-19 en el mundo, tras el asalto a la Embajada de Colombia en la República Dominicana. Era la primera vez en la historia de ese país que un movimiento armado hacía una propuesta de negociación política para el diálogo nacional, la democratización y la paz. Esta proyección internacional resultó ser para Vera Grabe un puente para trasladarse a otros países de América Latina y Europa. Su misión era dar a conocer con credibilidad al M-19 y utilizar la vía diplomática para el acercamiento a otras fuerzas políticas. Se entrevistó con Torrijos, Castro, Gadafi: “Creíamos que ahora Colombia podía ser tierra para hacer realidad una América Latina unida, libre”.
Con la llegada de Belisario Betancur a la presidencia en 1982, termina una etapa que en el terreno de la confrontación había sido un fatal conflicto: “Esta guerra se detuvo pero marcó el comienzo de los grupos paramilitares”.
Después de algunos años de conversaciones para llegar a acuerdos, Vera Grabe sintió que era el momento de vivir en el monte como “destino obligado de guerrilleros y guerrilleras”.
Mientras la propuesta de paz continuó su proceso por otros países como Costa Rica, Panamá, México, España y vuelta a Colombia, la comandante Catalina vivió días sin tregua pensando en estrategias, en propuestas políticas, en la manera de llevarlas a cabo. El ambiente era favorable. Más de 10.000 personas se reunieron en Bogotá, en una manifestación con el lema: “Paso a la paz, paso a la vida”. En lo más profundo de ese acto yacía un deseo intenso de tregua para organizar el Diálogo Nacional. Tiempo de dualidades (paz y guerra) y tiempo para albergar alguna esperanza: “En Colombia la palabra fue traicionada muchas veces, el diálogo estaba herido de muerte, la palabra había perdido su valor y su fuerza positiva, para convertirse en argucia para obtener beneficios a costa de la buena fe de los demás”.
La tragedia no se hizo esperar y supuso un antes y un después para el movimiento guerrillero: la toma por las armas del Palacio de Justicia en 1985. En este asalto murieron al menos 100 personas. En el año 1995, cinco años después de haber entregado las armas y diez años después del combate, hubo una carta pidiendo perdón a los colombianos: “Pedimos perdón a las víctimas de esta tragedia, a sus familiares y amigos, por la parte de responsabilidad que nos correspondió”.
Vera Grabe no estuvo allí, sólo hubo una superviviente, Clara Enciso. Todos los demás murieron y a los que estaban vivos les hicieron desaparecer. Este suceso cambió el escenario interno del M-19: “A nosotros mismos nos fue llevando a mirar y comprender poco a poco la paz desde la paz”.
En un contexto de guerra, a la mujer, a la comandante, le habían dolido las separaciones, las pérdidas de compañeros, estar escondida, el machismo del M-19, cuyos miembros no la consideraban a pesar de haber superado las mayores pruebas, que censuraban su deseo de ser madre y, cuando tuvo a su hija, la obligaron a alejarse de ella.
Más tarde, en un contexto de paz, lo primero fue dejar las armas. Vera Grabe consiguió ser congresista y luego senadora por la Alianza Democrática M-19, la primera vez que una ex guerrillera era elegida para ocupar cargos en las Cámaras de Representantes. Fue promotora de la creación de la Asamblea Constituyente con la que intentaron democratizar el sistema político colombiano.
“Siento que nosotros caminamos muy rápido en términos de la vida y que cuando volvimos a la sociedad ésta no había cambiado tanto como creímos. Además tras tanta exigencia política llega un momento en que uno comienza a preguntarse: ‘Bueno, ¿dónde me quedé yo?”.
Vera Grabe desempeñó el cargo de consejera para los Derechos Humanos en la Embajada de Colombia en España: “Había dejado las armas, había pasado por la paz política, y sabía que la paz era una decisión sin retorno” y añade: “Porque hoy sabemos que la paz no es sólo propósito sino un camino donde hay mucho que inventar”. Actualmente Vera Grabe apuesta e inventa todos los días desde el Observatorio para la Paz de Bogotá “la magia del diálogo”. “Una vez iniciado, se puede interrumpir, pero de alguna manera tiene que continuar. Siempre hay que volver, porque la conversación no ha terminado”.