Somaly Mam

AUTORA DEL TEXTO: LAURA ALONSO CANO

CAMBOYA, 1970

“No hay niñas que se dediquen a la prostitución sino niñas prostituidas”

Funda en 1996 la asociación AFESIP (Agir Pour les Femmes en Situation Précaire – Acción por las Mujeres en Situación Precaria). Desde 1997 preside la organización para erradicar la prostitución y el tráfico infantil ECPAT (End Child Prostitution And Trafficking – Acabar con la Prostitución Infantil y el Tráfico de Menores). En 1998 recibe el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional junto a Rigoberta Menchú, Graça Machel, Fatiha Budiaf, Fatana Ishaq Gailani, Olayinka Koso-Thomas y Emma Bonino. Fue elegida en 1999 Presidenta de la Confederación de Organizaciones de Mujeres de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático). En 2007 la Fundación Somaly Mam nace con la vision y el liderazgo de la activista camboyana.

La vida nos muestra cada día que, aun siendo en ocasiones trascendental lo que nos sucede, no son los hechos en sí mismos los que deciden el destino de las personas, sino el modo en que cada cual resuelve vivirlos. A veces conocemos experiencias que objetivamente no quisiéramos vivir pero que, digeridas sabiamente, ponen en marcha voluntades que mueven montañas. Es probable que algunas personas que sufren y han sufrido daño no puedan romper nunca la cadena de transmisión del odio, pero esa no es la opción que Somaly Mam ha elegido.

“Recordar mi propia historia me resulta demasiado doloroso, prefiero hablar del futuro que del pasado”. En sus palabras no hay espacio para la autocompasión, prefiere movilizar nuestra conciencia para cambiar el drama vital de las niñas y niños del mundo que sufren explotación sexual hoy, en el siglo XXI.

Las cifras son escandalosas: más de dos millones de niñas en todo el mundo son obligadas a ejercer la prostitución cada día. La explotación sexual y el tráfico de personas son la esclavitud de nuestro tiempo, un negocio criminal cuyos beneficios se sitúan sólo por detrás del narcotráfico y del armamento. Una realidad intolerable cuya magnitud cuestiona nuestras sociedades desde sus cimientos porque, como ella nos advierte, “no hay niñas que se dediquen a la prostitución sino niñas prostituidas”.

Somaly Mam creció en los años de la “Kampuchea Democrática” del Gobierno extremista maoísta de Pol Pot. En esta época, entre 1975 y 1979, casi dos millones de camboyanos murieron víctimas de la represión de los Jemeres Rojos en lo que se conoce como el genocidio camboyano. Las condiciones de supervivencia para la población se endurecieron gravemente y en especial para las mujeres y los niños.

Ella, como muchas otras niñas, fue vendida como esclava en varias ocasiones y obligada a ejercer la prostitución como único medio para preservar su vida. Algunas de sus compañeras fueron asesinadas por no atender las exigencias de sus proxenetas y así, desde esa oscuridad, forjó la voluntad para romper con un destino que se ofrecía como el único posible.

A los 21 años, Somaly conoció a un cooperante francés, su actual pareja, que le ayudó a escapar de su situación, consiguió trabajó como matrona en un hospital de Camboya hasta que se trasladó a vivir dos años a Francia. Había logrado poner cierta distancia con su pasado, pero no fue suficiente, no lograba olvidar la suerte de tantas otras mujeres y niñas explotadas, aún recordaba nítido el amargo sabor de la injusticia. En el trabajo social encontró una dedicación gratificante que le permitió en 1995 regresar a su país con una misión de la organización Médicos Sin Fronteras para la prevención del sida en los sectores de la población de más alto riesgo de Camboya.

En 1996 funda la asociación AFESIP (Agir Pour les Femmes en Situation Précaire – Acción por las Mujeres en Situación Precaria) a través de la cual lucha incansablemente por la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de las niñas y jóvenes que sufren explotación sexual. Una de las tareas habituales que realizan sus grupos sociales de trabajo es acudir a los prostíbulos de Phnom Phenn y comprobar que no haya menores, así intentan acceder a las niñas y mujeres prostituidas para “mostrarles que tienen derecho a salir de ahí”.

“¿Lo mejor que me ha pasado en la vida? La sonrisa de las niñas después de haber pasado por el infierno”, nos dice Somaly de la trascendencia de su trabajo y de la importancia de reparar los daños sufridos. AFESIP CAMBODIA ha acogido ya a más de 4.000 mujeres rescatadas de las redes de la esclavitud sexual, ha distribuido más de 450.000 preservativos para evitar las enfermedades de transmisión sexual y casi 27.000 hombres pertenecientes a la policía, militares, estudiantes y otros han seguido sesiones de información y prevención. Para desarrollar esta labor la organización emplea a más de 150 trabajadores sociales en Camboya y los países vecinos de Tailandia, Laos y Vietnam.

La denuncia y el rescate de mujeres han supuesto para Somaly, su familia y su organización múltiples amenazas y agresiones de las poderosas y corruptas redes mafiosas, que incluso han atacado los centros de acogida secuestrando a las mujeres como un botín que consideran de su “propiedad”. Algunas de las niñas rescatadas por Somaly tenían apenas cinco o seis años. La historia que nos cuenta de Tomdy nos ayuda a entender la dureza de sus vidas: “Cuando ya no le servía, con sida y tuberculosis, el proxeneta la abandonó en la calle. La recogí con 11 años y me la llevé a casa. Estaba destrozada, sólo sobrevivió cuatro años. Yo la quería muchísimo, la sentaba sobre mis rodillas y la acariciaba. ‘¿Por qué ahora que tengo una madre, que puedo ir a la escuela, debo morir? Dime Somaly, ¿por qué Dios no me ayuda?’, me preguntaba”.

En un país donde el casi el 40% de la población vive en situación de pobreza, los centros de AFESIP hacen de la rehabilitación y la reintegración de las mujeres la medida del éxito de su proyecto. Les ofrecen una formación integral que puede alcanzar hasta tres años y que inician con lectura, escritura y cálculo. Completan su capacitación con talleres de peluquería, costura, manufacturas e idioma inglés, para facilitarles un oficio que las permitirá incluso fundar negocios propios en sus comunidades de origen. No obstante, la reinserción de las muchachas que son prostituidas es “profundamente difícil; tenemos mucha suerte si las familias las aceptan y si no, las llevamos a otros sitios donde no conozcan su historia”, nos explica Somaly.

Desde 1997, preside también la organización para erradicar la prostitución y el tráfico infantil ECPAT (End Child Prostitution, Child Pornography, and Trafficking of Children for Sexual Purposes – Fin de la Prostitución Infantil, la Pornografía Infantil y el Tráfico de Niños para Fines Sexuales) y desde 2007 es cofundadora de la Fundación Somaly Mam, dedicada a poner fin a la trata de seres humanos a través de la acción, la promoción de campañas y la toma de conciencia por parte de la sociedad ante esta realidad y cuyo primer beneficiario es AFESIP.

Enfrentarse a este sórdido y tenaz poder mafioso le ha proporcionado numerosos reconocimientos internacionales y también continuas amenazas de muerte en su país, pero su voluntad no se detiene: “He comprometido mi vida en la lucha contra este terrible flagelo de la humanidad. Ver inocentes mujeres, jóvenes y niñas cuyas vidas se han marcado para siempre no deja ninguna duda de que necesitan alguien excepcional que esté dispuesto a invertir todo su tiempo y energía para la erradicación de la vergonzosa práctica de la trata de seres humanos”.