Ngawang Sangdrol

TIBET – 1977

Autor del texto: Rodrigo Gil Llorente

 

Hemos cantado una canción de tristeza

la hemos cantado desde la prisión Drapchi

como las alegres y felices montañas nevadas

hemos cantado esta canción por el bien de la libertad”

Estos son algunos de los versos de la canción titulada “We’ve sung a song of sadness”, hemos cantado una canción de tristeza. Se trata de una pieza musical perteneciente a una serie de canciones grabadas en el interior de la prisión de Drapchi, la prisión más grande de todo el Tibet ubicada en Lhasa, su capital. Una serie de monjas tibetanas encarceladas por su ideología contraria a la del régimen chino decidirían expresar su malestar a través de la música y la expresión artística, son conocidas como las “monjas de Drapchi”.

Entre este grupo de monjas tibetanas se encuentra Ngawang Sangdrol, la protagonista de esta historia, que nace en 1977 en un pequeño pueblo perteneciente a la comarca de Lhasa, la capital del Tibet. Su familia tuvo que atravesar serias dificultades alimentarias durante la revolución cultural, y su padre, un hombre profundamente concienciado con la historia y cultura tibetana, decide que la mejor forma que tendrán sus hijos de sobrevivir y recibir alimento diariamente será formar parte de un monasterio budista. Sangdrol entra de lleno en la naturaleza de la vida monástica con menos de diez años, lo cual estructuraría su visión del mundo y de la ocupación china del Tíbet. A principios de los noventa, con tan sólo trece años, participará en una manifestación pacífica contra la ocupación del Tibet. Su participación en dicha manifestación le supondría la condena a tres años en prisión, siendo así una de las personas más jóvenes en ser condenadas en la República Popular China. Posteriormente, sin embargo, su condena se vería alargada progresivamente por su negativa a cooperar con las autoridades chinas, su resistencia pacífica y la grabación de las llamadas “Canciones de la tristeza” junto con otras monjas tibetanas en la prisión, donde se las podrá escuchar cantando por la independencia del Tíbet, el Dalai Lama y la tierra tibetana del budismo. Para comprender la significación de estos hechos, sin embargo, necesitaremos primero dar un poco de contexto sobre el régimen de ocupación chino sobre el Tibet. 

El régimen de ocupación del Tibet comienza en 1950, tras el triunfo de Mao en la guerra civil china (1927-1949). La consolidación de la posición china sobre el Tíbet entre 1950 y 1959 pasa por el desmantelamiento sistemático de las especificidades del pueblo y la cultura tibetana como elemento diferenciador de la identidad política, social y religiosa china. Quizás el elemento central a este respecto tiene que ver con el factor del budismo tibetano y la autoridad del Dalai Lama como eje vertebrador de la autoridad e identidad del pueblo tibetano, y como elemento de tensión con el establishment chino. El gran problema para el estado de la República Popular China, sin embargo, es que el budismo tibetano es interpretado como una expresión de nacionalismo, y, por tanto, no es tolerable para el régimen. Más del 80% de los monasterios budistas serán destruidos durante la ocupación china y la posterior Revolución Cultura (años cincuenta y sesenta), el Dalai Lama se verá forzado a exiliarse en Dharamsala, India, y la población tibetana se verá forzada a asumir como suyos los lemas del comunismo y los dogmas de la ideología china, en muchos casos ajena por completo a la tibetana. A pesar de esto, las protestas en el Tibet contra la ocupación se producirán de manera constante, si bien sólo llegan a las portadas de los periódicos de manera cíclica. Los monjes y monjas y la vida monástica desempeñarán un papel central en unas protestas de índole muy variada, en su mayoría pacíficas, en ocasiones violentas, y en ocasiones tan extremas que llegan a producirse autoinmolaciones como forma de sacrificio y protesta contra la ocupación.

Lejos de silenciar su voz política y considerar adoptar una actitud modesta y pasiva, una vez encarcelada en la prisión de Drapchi, Sangdrol no cesará en su protesta contra el régimen de ocupación chino. Junto con otras trece monjas tibetanas de la prisión, elaboraron hasta 27 pistas musicales y poemas en homenaje al Tibet y a la autoridad religiosa y política del Dalai Lama. Las canciones serían sacadas de prisión de forma clandestina, y no tendrían buena acogida entre las autoridades carcelarias chinas, que recibirían con palizas a las monjas responsables de los hechos. Las autoridades responsables de la pena de prisión de Sangdrol y sus compañeras, por su parte, procederían a ampliar su sentencia en sucesivas audiencias, llegando a alcanzar la pena máxima de la condena de Ngawang Sangdrol un total de 23 años. Finalmente, tras intensas presiones por parte de varias organizaciones de Derechos Humanos y organizaciones políticas tibetanas como la fundación Dui Hua, la sentencia de Sangdrol se reduciría a 11 años y saldría de prisión en 2002 para instalarse en el presente en Nueva York.

Desde su liberación se ha convertido en una voz importante y prominente dentro del activismo político tibetano desde el exilio. Prueba de ello la encontramos en su involucración activa para conseguir la liberación de otras monjas con las que compartiría tiempo en prisión durante su estancia en Drapchi. Su voluntad y compromiso se materializarían con la salida de su compañera Phuntsong Nyidron en 2004, monja que participaría también en la grabación de las mencionadas cintas musicales. En definitiva, la vida de Sangdrol nos hace ver que es posible encontrar no sólo fuerza, sino también belleza en los momentos más difíciles y las circunstancias más adversas, y que nunca hemos de desestimar la fuerza de individuos y mujeres comprometidos/as y con unos ideales fuertes.