Arundhati Roy

AUTORA DEL TEXTO: SEPIDEH LABANI

INDIA, 1961

“Otro mundo no es solamente posible, sino que está de camino. Quizás muchos y muchas no estaremos para darle la bienvenida, pero en un día muy tranquilo, si escucho con mucha atención, puedo oír su respiración”

Arundhati Roy es arquitecta de formación. Ha trabajado para la televisión y la industria del cine en la India, antes de ser reconocida internacionalmente como escritora con su primera novela El dios de las pequeñas cosas (1996), por la que recibió varios premios y que fue aclamada por las criticas literarias internacionales. Es activista y portavoz del movimiento altermundialista de su país y es muy crítica con los problemas políticos y sociales que generan los procesos de globalización en la India y también en el mundo. En el año 2004 recibió el Premio por la Paz de Sydney en reconocimiento por sus campañas sociales y su defensa de la no-violencia.

Lo primero que leí de la obra de Arundhati Roy fue la transcripción de la conferencia que dio en Santa Fe el 18 de septiembre del 2002. La conferencia se titulaba “Llega Septiembre” (Come September) y en ella denunciaba los efectos devastadores del neoimperialismo y de la globalización y nombraba sin contenerse a sus responsables. Denunciaba el holocausto nuclear, la guerra contra el terror, las grandes corporaciones y la ocupación israelí de Palestina. A medida que iba leyendo el discurso me hundía en la profundidad de sus palabras, en la fuerza de sus ideas y en la sencillez con la que las expresaba. Eran como fuertes golpes en la conciencia. Al terminar el texto, me sorprendí aplaudiendo con una viva emoción, sola en mi despacho, frente al ordenador. Me imaginé entonces a la cantidad de personas que esta escritora ha tenido que conmover, movilizar, pero también molestar y enfadar. Antes de empezar su conferencia en Santa Fe, Arundhati advierte que va a leer sus notas porque las cosas que quiere expresar son complicadas, cosas peligrosas en estos tiempos peligrosos y por lo tanto hay que ser muy precisa, escoger bien lo que se va a decir, pensar en la manera decirlo y en el lenguaje utilizado. Arundhati es consciente del poder de la palabra porque es escritora. Su primera novela, El dios de las pequeñas cosas, fue publicada en 1996 y tuvo un éxito internacional. Constituía una denuncia de los sistemas de opresión de las castas en la India y del machismo, a través de la historia de dos gemelos de siete años y de su madre divorciada que se enamora de un intocable.

Después del éxito de esta primera novela, Arundhati no pensaba seguir escribiendo. Pero cuando la India anunció que iba a realizar pruebas nucleares, y Arundhati vio que todo el mundo _ medios de comunicación, escritores, pintores _ aplaudía este acto horrible, pensó que quedarse quieta sería un acto político por omisión. No pudo aguantarlo y por esto se decidió a escribir y denunciar la utilización de la energía nuclear con fines bélicos en su libro El final de la imaginación.

Aunque Arundhati se considera ante todo una escritora, reconoce que siempre ha sido una persona con inquietudes políticas. No puede quedarse callada ante lo que está ocurriendo en el mundo y a su alrededor. Su toma de conciencia empezó a una edad muy temprana, cuando tenía tres o cuatro años. Su madre pertenecía a una pequeña comunidad de cristianos sirios de un pueblo de la región de Kerala. Se casó fuera de su comunidad con un hombre bengalí. Pero cuando su madre se divorció y regresó a su pueblo natal con sus hijos, tuvo que vivir al margen de la comunidad, fuera de la esfera de cualquier tipo de protección que esta sociedad ofrecía normalmente a sus miembros. Arundhati cuenta que ella y su familia tenían que hacer constantemente el esfuerzo por entender lo que pasaba, por intentar sobrevivir y por no dejarse aplastar. Dice Arundhati que “cuando pierdes la protección de la familia nuclear y tienes que ir sola por la vida, la política se convierte en tu vida”. Cuando, más tarde, Arundhati empezó sus estudios de Arquitectura, sabía que no iba a ser arquitecta. De toda la carrera universitaria, lo que le llamó más la atención era ver cómo las ciudades estaban diseñadas, con planes territoriales y arquitectónicos, para excluir una parte de la población y convertirlos en ilegales. Para ella todo esto creaba un mercado de “ciudadanos y de no-ciudadanos”.

El activismo de Arundhati y su visión ética del mundo podrían resumirse con sus propias palabras: “Existen otros mundos, otros tipos de sueños. Sueños en los que el fracaso es posible. Honorable. Y a veces vale la pena luchar por él. Mundos en los que el reconocimiento no es el único barómetro de la genialidad y del valor humano. Hay muchos guerreros que conozco y que amo, personas mucho más valiosas que yo. Van a la guerra todos los días sabiendo de antemano que van a fallar. Es verdad, son menos exitosos en el sentido vulgar de la palabra pero de ninguna manera son menos plenos. El único sueño que vale la pena tener es soñar que vas a estar viva mientras vives y muerta únicamente cuando mueres”.

Ella misma enumera los imperativos que guían su vida: “Amar y ser amada. No olvidar nunca tu propia insignificancia. No acostumbrarse nunca a la violencia innombrable y la disparidad vulgar de la vida que te rodea. Buscar la alegría en los lugares más tristes. Perseguir la belleza hasta en su guarida. No simplificar nunca lo que es complicado ni complicar lo que es sencillo. Respetar la firmeza y no el poder. Y sobre todo, mirar. Intentar y entender. Nunca apartar la mirada. Y nunca, nunca, olvidar”.

Desde entonces, sus luchas y resistencias se han multiplicado. Se opuso al proyecto Narmada Dam por la construcción de presas hidroeléctricas sobre el río Narmada en la India porque este proyecto iba a provocar el desplazamiento de miles de personas que no iban a recibir compensaciones ni disfrutar de los beneficios de este proyecto. En el año 2001 se declara en contra de la guerra que inicia Estados Unidos en Afganistán como respuesta al 11-S. Para Arundhati esta intervención bélica es moralmente equiparable a los ataques del 11 de septiembre del 2001. Y en agosto del 2006 califica los ataques israelíes durante la guerra del Líbano de “crímenes de guerra”.

Arundhati está también muy preocupada por las injusticias sociales que sufre la población india, especialmente como consecuencia del sistema tradicional de castas y de las divisiones políticas, étnicas y religiosas. Una de las manifestaciones más graves de estas divisiones es la cuestión de la lengua que se utiliza en las administraciones públicas. Por ejemplo, en los tribunales, la lengua de referencia es el inglés cuando la gente de los pueblos del interior del país no lo entiende. Por esto, cuando la citaron en el tribunal por “corromper la moralidad publica”, ella decidió representarse a sí misma sin abogado y escribir su defensa en un lenguaje que la gente corriente pudiera entender. Su discurso se publicó en la prensa y esto no gustó a las autoridades.

Éste es el trabajo de Arundhati: hablar el idioma de la gente para nombrar a los que cometen las atrocidades, reconfortar a las personas que sufren y abrir los ojos a los y las demás, todo ello sin perder jamás la esperanza y la firme convicción que “otro mundo no es solamente posible, sino que está en camino”.