Astrid N. Heiberg

AUTORA DEL TEXTO: MARÍA VILLELLAS ARIÑO

NORUEGA, 1936

“Un espacio sólo de mujeres hace más fácil el reconocimiento mutuo de las experiencias de sufrimiento ocasionadas por la guerra»

Profesora de Psiquiatría en la Universidad de Oslo. Fue la primera mujer en ocupar el cargo, como presidenta de la Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, entre 1997 y 2001. Con anterioridad, entre 1993 y 1999, había sido presidenta de la Cruz Roja noruega y había desempeñado también varios cargos en el Gobierno y el Parlamento de Noruega en el ámbito de los asuntos sociales y la salud. Entre 1981 y 1985 había sido Viceministra de Salud y Asuntos Sociales, en 1986 Ministra de Asuntos de Consumo y Administración Gubernamental y entre 1985 y 1989 parlamentaria. Además, fue integrante del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura.

Facilitar y acompañar la participación de las mujeres en los procesos de paz es uno de los principales retos a los que la comunidad internacional se enfrenta para garantizar que al poner fin a los conflictos armados no se perpetúan las desigualdades y la discriminación de las mujeres. Ésta fue la tarea asumida por la noruega Astrid Nøklebye Heiberg en el año 2003, cuando fue designada por el Gobierno de su país para acompañar a las mujeres que participaron en las negociaciones de paz que en ese momento tenían lugar en Sri Lanka.

Su relación con Sri Lanka era anterior al inicio del proceso de paz, ya que como profesora de la Universidad de Oslo había colaborado en diferentes ocasiones en intercambios educativos en Colombo, Jaffna y Batticaloa. Así pues, su conocimiento de la realidad del país y su experiencia en el ámbito humanitario procedente de su trabajo en la Cruz Roja la convirtieron en la persona adecuada para facilitar el trabajo de las mujeres en el proceso de paz de Sri Lanka.

Sri Lanka sufrió un conflicto armado de carácter etnopolítico desde el año 1983 hasta 2009. El grupo armado de oposición independentista tamil Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE) se ha enfrentado al Gobierno desde entonces reclamando la independencia y la creación de un Estado propio para la población tamil. Desde 1983, ninguno de los intentos de poner fin al conflicto armado mediante un proceso de paz ha resultado exitoso. Finalmente, en 2009, la muerte de los cabecillas del LTTE supuso el fin del conflicto, aunque no la llegada de la paz.

En 2002 se iniciaron negociaciones de paz con mediación noruega, el fracaso de las cuales llevó a la reanudación del conflicto armado en 2006 con gran virulencia. El legado de más de 30 años de conflicto es de 70.000 personas muertas y más de un millón de personas desplazadas, sobre todo mujeres. A lo largo del conflicto, ha aumentado considerablemente el número de hogares encabezados por mujeres solas y se ha hecho uso de la violencia sexual que ha tenido como principales víctimas a las mujeres tamiles. Esta violencia ha sido perpetrada principalmente por las fuerzas de seguridad contra mujeres acusadas de formar parte del LTTE.

Cuando en 2002 se inicia un proceso de paz, la ausencia de las mujeres en las estructuras de negociación era notable. Sin embargo, los grupos de mujeres de Sri Lanka contaban con un importante bagaje forjado tras décadas de activismo a favor de la paz en el país. Al conocer que se iban a entablar negociaciones de paz, las mujeres llevaron a cabo varias manifestaciones públicas expresando su apoyo al acuerdo alcanzado por el Gobierno y el LTTE. Así pues, el inicio de las negociaciones se produjo en un contexto en el que el movimiento de mujeres contaba con una gran experiencia y capacidad de movilización. Sus demandas de mayor participación en este proceso estaban suficientemente articuladas, por lo que habrían podido tener eco en el Gobierno, el LTTE y la comunidad internacional que brindaba su apoyo al proceso de paz.

Como en otros contextos de negociaciones de paz, fue la capacidad de tejer alianzas entre las mujeres del país y las mujeres y los actores relevantes del ámbito internacional uno de los elementos que dio mayor impulso a las reivindicaciones de las mujeres. La Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada dos años antes, proporcionó el marco normativo para sustentar las demandas de las mujeres, al exigir el compromiso de Gobiernos y comunidad internacional con la participación de las mujeres.

Los movimientos feministas organizaron una misión internacional que elaboró una serie de recomendaciones para favorecer la participación de las mujeres en el proceso de paz, así como integrar la perspectiva de género en los diferentes acuerdos de paz que pudieran alcanzarse.

El Gobierno de Noruega, que facilitaba el proceso de paz en Sri Lanka, se hizo eco de estas demandas y en febrero de 2003 se alcanzó un acuerdo para el establecimiento de un subcomité de género en las negociaciones.

Astrid N. Heiberg fue designada como asesora para este subcomité, con la tarea de facilitar su funcionamiento y el entendimiento entre las mujeres tamiles —combatientes del LTTE— y cingalesas —que representaban al Gobierno, pero que sin embargo procedían del ámbito académico y del activismo feminista— que lo integraron. Su experiencia en el ámbito internacional como política noruega y como presidenta de la Federación Internacional de la Cruz Roja y su conocimiento de la realidad de Sri Lanka la convertían en una mujer con la capacidad y la experiencia necesarias para facilitar la incorporación de la dimensión de género al proceso de paz. En sus propias palabras, la participación en el proceso en Sri Lanka ha sido el cometido más importante en su trabajo por la paz. La creación del subcomité de género permitió, al menos parcialmente, hacer frente a la exclusión de las mujeres en la construcción de la paz en el país.

Antes de que el proceso de paz colapsara, las mujeres que formaron el subcomité se reunieron dos veces y lograron consensuar una agenda de siete puntos con los temas que las mujeres consideraban prioritarios en la negociación: sostenimiento del proceso de paz, reasentamiento, seguridad personal, servicios e infraestructuras, medios de vida y empleo, representación política y toma de decisiones y reconciliación. La mediación llevada a cabo por Heiberg fue clave en este acercamiento de mujeres con trayectorias vitales sumamente diferentes: activistas y académicas feministas, en representación del Gobierno, y jóvenes combatientes en representación del grupo armado. Como ella señala, la creación de un espacio sólo de mujeres facilitó un clima de confianza en el que resultó más fácil el reconocimiento mutuo de las experiencias de sufrimiento ocasionadas por la guerra. En él se habló sin imponer o ningunear las aportaciones de las otras interlocutoras. Algunas de las cualidades que las mujeres desarrollaron fueron la no competición, la promoción de las demás, la capacidad de compartir, la habilidad de desarrollar una comunicación no verbal y la disponibilidad. No obstante, el fin del proceso de paz imposibilitó la continuación del trabajo del subcomité de género, a pesar de que estas mujeres siguieron en contacto de manera informal.

La presencia de una mujer como Astrid N. Heiberg en el proceso de paz evidencia que, si las tareas de mediación continúan siendo desempeñadas casi exclusivamente por hombres, no es porque no haya mujeres con la suficiente experiencia, preparación y cualidades para llevar a cabo este cometido, sino por la resistencia masculina a que las mujeres se incorporen a determinados ámbitos de la vida política y pública.

A pesar del fracaso de las negociaciones de paz de Sri Lanka, la importancia de este proceso desde la perspectiva de género y la contribución de Astrid N. Heiberg se convierten en un legado para que futuros procesos de paz en la propia Sri Lanka o en otros países afectados por la violencia armada se lleven a cabo con la presencia de las mujeres y sin dejar de lado la equidad de género.