Palwasha Kakar

AUTORA DEL TEXTO: CHARLOTTE VAN DEN ABEELE

AFGANISTAN, 1968

“¡Quiero recorrer el mundo entero para que sepan lo que está pasando por aquí!”

Licenciada en Sociología por la Universidad de Kabul. Fue galardonada en 2006 con el Women Peace Maker (Mujeres Creadoras de Paz) por el Instituto para la Paz y la Justicia Joan B. Kroc (Joan B. Kroc Institute for Peace and Justice).

Palwasha Kakar ha sido Ministra Diputada de los Asuntos Femeninos del Gobierno afgano de Hamid Karzai, presidente electo desde noviembre del 2004. Su tarea es colosal y desesperante en este país que está en guerra desde el año 1979 y donde las mujeres siempre han sido consideradas como las ovejas negras de los regímenes que se han sucedido.

En 2001, la caída del régimen de los talibanes suscita mucho optimismo pero en la actualidad la situación sigue siendo muy crítica. La seguridad se resiente y las condiciones de vida no han mejorado para el pueblo afgano. Las mujeres no están tranquilas, “ninguna anda por la calle después de las cinco de la tarde. La seguridad era mejor con los talibanes”, lamenta con ironía Palwasha, quien añade que “hoy en día, la situación de los derechos de la mujer ha mejorado, por lo menos en Kabul… Pero las mujeres están lejos de ser independientes. No reciben educación alguna. Y sufren todavía los matrimonios de conveniencia y la violencia conyugal”.

Tanta inseguridad obliga Palwasha a ejercer su puesto de Ministra encerrada en su despacho a lo largo de todo el día. Antes Palwasha estaba acostumbrada a trabajar siempre cerca de y con las mujeres, partidaria de meter las manos en la masa y no quedarse inmóvil en una oficina. “Yo soy una activista, no encuentro la felicidad encerrada en este despacho. Estoy en prisión. ¡Ni siquiera puedo salir de esta casa!”. A Palwasha no le queda otra opción. Ha recibido varias amenazas de muerte por parte de los talibanes y de los ex “señores de la guerra”, quienes se oponen a su labor. Palwasha vive con miedo.

Remontamos en el tiempo. Su infancia y juventud estuvieron marcadas por una familia muy unida donde nadie se resignaba a la presión de afiliarse al partido comunista (Partido Democrático Popular Afgano, PDPA) aunque fuese necesario para trabajar (práctica habitual desde la ocupación rusa en 1979). Así Palwasha vio a su padre en prisión cuando era todavía una niña pequeña. Algunos años más tarde, cuando le ofrecieron su primer puesto de trabajo en la radio y televisión de Kabul condicionándolo a su inscripción al partido, ella tuvo que renunciar a cumplir con su sueño de entonces.

Palwasha creció en Jalalabad, ciudad colindante con la frontera con Pakistán donde regresó tras sus estudios en Kabul para ser directora de un colegio. Lo dejará dos años después para involucrarse en UNICEF. Como educadora para la salud en los pueblos vecinos de la región, se ocupaba de mujeres embarazadas y madres y les proporcionaba consejos sobre la lactancia. Pero la tarea le pareció insuficiente. La meta de Palwasha era poder estar más cerca de esas mujeres, oír sus necesidades y deseos con el objetivo de que las ONG puedan ofrecerles los programas más adecuados transmitiéndoles que ellas también son potentes agentes de cambio de su sociedad.

La llegada de los talibanes a Jalalabad forzará a Palwasha a dejar su acción que será retomada, a pesar del riesgo, algunos meses más tarde con UNICEF: bajo un supuesto programa de inmunización, vuelve a contactar con mujeres formándolas para que sean profesoras y monten escuelas en casas. De nuevo, su actividad sufrirá amenazas y se verá obligada a quedarse en su casa.

El año 2001 supone la caída del poder de los talibanes. Entre las muchas organizaciones que florecen, nace la Comisión Independiente Afgana de los Derechos Humanos (AIHRC) donde Palwasha fue responsable de los derechos de la mujer. Su tarea consistía en escuchar y tomar nota de los testimonios de las numerosas mujeres que acudían a su despacho con relatos trágicos de abusos y maltratos. Palwasha se entregó en cuerpo y alma a su nueva tarea. Cuando una mujer seguía estando en riesgo o era objeto de abusos, Palwasha no dudaba en confrontarse físicamente a esos hombres, que usaban su fuerza para intimidarla.

En 2006, pasa a ser nombrada Responsable Regional dentro de AIHRC, lo cual amplió su campo de acción a los derechos humanos en general. Palwasha acepta el puesto aun sabiendo que las mujeres en puestos de decisión y de influencia seguían corriendo mucho peligro. Y es así como un año más tarde acepta otro reto, el de Ministra Diputada de los Asuntos Femeninos del Gobierno de Hamid Karzai, y admite que si es ahora ministra es, en parte, por razones de seguridad: “Estoy nerviosa ahora, todo me da miedo, es demasiado peligroso. Es también por eso que he vuelto a Kabul. Es más seguro trabajar en el Ministerio”.

El país sigue en guerra y toda una parte de la población, la que vive fuera de Kabul, no existe para las ONG. “Las ONG no van donde las cosas van mal, se quedan solo en Kabul, donde hay seguridad. Hoy en día nadie trabaja en el Sur, donde nos necesitan. Pero nuestro Ministerio no tiene presupuesto y no tiene ideas. Las mujeres afganas saben que existe este Ministerio pero se preguntan de qué sirve”. Aunque los derechos de las mujeres no son considerados muchas veces como una prioridad en tiempo de guerra, ellas forman parte del programa de reconstrucción impulsado por el Gobierno. El Parlamento nacional cuenta con 64 mujeres (28% de los escaños), hay una mujer gobernadora en la provincia de Bamyan y muchas mujeres son policías ahora. También escuelas para niñas están en construcción y se fomenta la formación de profesoras.

Queda mucho por hacer. Las mentalidades tienen que cambiar y eso lleva tiempo. “¡No se puede imponer una liberalización de las costumbres! Las mujeres no van a los restaurantes, no eligen a sus maridos, no trabajan. Estamos lejos de la igualdad de género”, dice Palwasha.

Hoy, el mayor reto y sueño de Palwasha es cambiar las mentalidades. Quiere que se cambie la visión que los hombres tienen de las mujeres pero también piensa que es importante que cambien las mentalidades de las mujeres para que sean libres de decidir sobre sus propias vidas.