Serafina Dávalos

AUTORA DEL TEXTO: TERESA BURGUI JURIO

PARAGUAY, 1883 – 1957

“La idea de ver a la mujer ejecutando actos de ciudadanía es lo que más resistencia ha encontrado simpre entre los impugnadores de los derechos feministas”

Abogada y feminista, fue la primera mujer en ocupar un puesto en la Corte Suprema de Justicia de su país. Participó en el primer Congreso Feminista Internacional y fundó el Movimiento Feminista de Asunción y el Centro Feminista Paraguayo, así como la Unión Femenina de Paraguay y la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer. Su meta era que se reconociera el derecho de la mujer al voto. No pudo votar en unas elecciones, pues murió cuatro años antes de que Paraguay reconociera el sufragio femenino.

Serafina Dávalos tiene hoy una calle en el centro administrativo de Coronel Oviedo, la ciudad donde nació, aunque entonces se llamaba Ajos. Una coqueta y próspera localidad de Paraguay, situada en el sureste del país, a 132 kilómetros de la capital, Asunción. Zona productora de tabaco en la época colonial española, es, sin duda, un lugar peculiar si consideramos que para apenas 100.000 habitantes cuenta con ocho universidades, cuatro museos, siete bibliotecas y varias escuelas de música, danza y arte.

Seguramente, pocas de las personas que allí viven o transitan a diario por la calle que lleva su nombre saben de los avatares de esta mujer de “malas pulgas”, según las crónicas de la época, y carácter “rotundo”. Sin embargo, su labor fue después reconocida, pues en 1998 la Dirección General de Correos de Paraguay emitió unos sellos con la leyenda “Primera Abogada y Feminista del Paraguay (1883-1957)”. Un hecho singular: se trata de la primera vez que una mujer paraguaya aparece en los sellos postales de su país. De nuevo, cuarenta y un años después de su muerte, volvería a representar un hito en la historia de Paraguay.

Serafina pertenece a ese grupo de mujeres que contravinieron todas las “reglas” que en su época determinaban el comportamiento, el papel y el destino de una mujer, pero que abrieron el camino a otras muchas. ¿Cómo imaginarnos lo que significa ser feminista en los albores del siglo XX? Hoy las calificamos como pioneras, trasgresoras, osadas, sabias y visionarias, pero en su momento fueron tachadas incluso de “herejes”. Soñaron y lucharon, con una fuerza y convicción inquebrantables, por una sociedad donde la mujer fuese reconocida como una igual, pero no la llegaron a conocer. Y algunas, como en el caso de Serafina Dávalos, murieron en el más absoluto de los olvidos y en la indigencia, bajo el estigma de habérsele negado “cristiana sepultura”. Todavía hoy existen muchos aspectos de su vida que no han salido a la luz pública, que no son conocidos porque la Historia es el relato de los acontecimientos liderados por hombres y relatado por hombres. Quizá por eso está tan poco documentada una iniciativa inaudita para la época: en 1904, Serafina, junto con otras veinte mujeres, constituyó el Comité de Mujeres Pro Paz para intentar evitar una inminente guerra civil en su país. No consiguieron “parar la guerra”, pero protagonizaron uno de los primeros antecedentes de acciones políticas de las mujeres en este país.

Serafina Dávalos no sólo fue la primera mujer universitaria y abogada en Paraguay, en 1907, sino que se graduó con una tesis titulada Humanismo y feminismo. Este trabajo causaría gran controversia y revolución entre la clase intelectual de su época por cuestionar el sometimiento de las mujeres a una sociedad patriarcal y considerar la igualdad jurídica como determinante del cambio de situación social de la mujer. “La idea de ver a la mujer ejecutando actos de ciudadanía es lo que más resistencia ha encontrado siempre entre los impugnadores de los derechos feministas. Votar una mujer por tal o cual candidato al Congreso, por ejemplo, es el acabóse, como si se tratase de algo muy superior y misterioso que sólo el alma del varón puede percibir…”, afirmaba en el texto. Lo que no podía saber entonces es que Paraguay sería el último país latinoamericano en otorgar el derecho de voto a las mujeres, en 1961. Demasiado tarde para Serafina, que murió en 1957.

Su lista de méritos es larga: promovió, con un grupo de compañeras, la creación de la Escuela Normal de Maestras para poder proseguir sus estudios y obtuvo el Diploma de Maestra en 1898. Fue profesora del Colegio Nacional de la Capital a partir de 1904 y Fundó la Escuela Mercantil de Niñas en 1905. Se graduó como Abogada en el año 1907 y obtuvo el título de Doctora. Fue integrante del máximo organismo judicial de la República entre los años 1908-1909, la Corte Suprema de Justicia. Tras ella, ninguna mujer volvería a ejercer la judicatura en Paraguay hasta siete décadas más tarde, en 1980.

Participó como Delegada Oficial del Paraguay en el que fue el primer Congreso Feminista Internacional, celebrado en Argentina en 1910. En 1919, junto a Virginia Corvalán y otras mujeres, promovió la creación del Movimiento Feminista de Asunción, coincidiendo con la presentación en el Parlamento de un proyecto de ley sobre derechos civiles y políticos de la mujer, primer intento conocido por lograr la igualdad jurídica entre hombres y mujeres en el país. Un año más tarde, en 1920 colaboró en la fundación del Centro Feminista Paraguayo –CFP–, para alentar el sufragio femenino. Participa en la creación y es consejera en 1936 de la Unión Femenina del Paraguay (UFP), declarada feminista y pacifista, y que reúne a mujeres de distinto signo político. Años más tarde, en 1952 participará en la creación de la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer, principal impulsora de la lucha por la igualdad legal.

Pero Serafina no estuvo sola. A principios de siglo coincidieron en el escenario social de Paraguay un grupo de mujeres a las que se acusó de “inmiscuirse en asuntos de hombres”, porque cuestionaron o emprendieron iniciativas en pro de la mujer y de una democracia social y política. Fueron compañeras de viaje mujeres como Ramona Ferreira, que en 1902 dirigió de La voz del siglo, primer periódico paraguayo, de “libre pensamiento”, o Virginia Corvalán, que en 1925 realiza la tesis El feminismo. La causa de la mujer en el Paraguay. Junto a ellas, otras muchas anónimas, como las Cartoneras y Perfumistas Unidas, las Cigarreras Unidas, las Costureras Unidas, que ponen en marcha en 1913 las primeras organizaciones de mujeres obreras. O las Vendedoras del Mercado Central de Asunción que en 1918 convocan la primera huelga protagonizada por mujeres.

Todas tendrían que esperar hasta 1954 para la aprobación de la ley “De los derechos civiles de la mujer” y hasta 1961 para la ley “De los derechos políticos de la mujer”, que reconocía, por fin, su derecho al voto.