Pakhshan Zangana
AUTORA DEL TEXTO: ROSA MENESES
IRAK, 1947
“No hay democracia sin igualdad de derechos”
Diputada de la Asamblea Nacional del Kurdistán Iraquí desde 2005. Es presidenta de la Comisión Parlamentaria sobre Mujeres, desde donde realiza tareas de seguimiento, denuncia de los crímenes contra las mujeres y promueve la adopción de normativas sobre cuestiones de género. Colabora con diferentes redes de ONG de mujeres iraquíes en iniciativas de construcción de paz, centradas en facilitar el diálogo con la sociedad civil y promover el concepto de tolerancia. Licenciada en Ciencias Físicas por la Universidad de Bagdad y máster en Ciencias Sociales, lleva desde los quince años dedicada a la política y comprometida con las cuestiones de género.
Paz, desarrollo e igualdad son ideas que tienen para Pakhshan Zangana una conexión especial. “No hay igualdad sin paz y no hay desarrollo sin paz”, explica. Bajo esta premisa lleva cuatro décadas trabajando por la democracia y por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en Irak. Su trayectoria sigue los vericuetos del convulso país de Oriente Medio, cuya historia contemporánea está llena de borrones y cuentas nuevas: periodos de estabilidad se engarzan con golpes de Estado, dictaduras, tensiones interétnicas y enfrentamientos abiertos.
Nacida en 1947 en el seno de una familia kurda iraquí muy implicada en política, Zangana lleva en la sangre el activismo por la democracia. Desde muy joven decidió implicarse en política. “Mi motivación no se debió a ningún sufrimiento personal. No pretendo ser una heroína. Simplemente, en aquella época, todos en Irak estábamos implicados en política”. En 1963 se produjo un golpe de Estado militar perpetrado por oficiales del Partido Baaz (nacionalista árabe) que asesinaron al general Abdul Karim Qasim (en el poder desde 1958, tras un golpe de Estado que derrocó a la monarquía). “Al día siguiente, el nuevo régimen hizo pública una declaración en la que se abogaba por la aniquilación de los comunistas y los kurdos”, cuenta Zangana. Esa fue la chispa que le hizo reafirmarse en sus convicciones y pasar al compromiso activo.
“La persecución contra comunistas y kurdos me hizo perder la sensación de seguridad y de paz. Sentí un gran desasosiego por los sueños de mi adolescencia y decidí pasar a la acción para corregir esta situación”, explica. Durante sus años de estudiante universitaria y después de graduarse, perteneció a varias organizaciones juveniles. Luego dio el salto a la Liga de las Mujeres Iraquíes, donde marcó sus objetivos: “paz, democracia y justicia”.
Durante la dictadura de Sadam Husein (1979-2003), Zangana fue perseguida por las fuerzas del orden y llegó a perder su trabajo. “Permanecí 10 años con el maquis, aunque no llegué a empuñar un arma. Me dedicaba a labores de comunicación y concienciación en el interior de Irak. Cuando tenía que entrar a alguna ciudad, lo hacía clandestinamente”.
Entre los años 1994 y 1998, durante la guerra abierta entre los dos principales partidos políticos kurdos iraquíes (el Partido Democrático del Kurdistán, de Masud Barzani, y la Unión Patriótica del Kurdistán, de Jalal Talabani), Zangana movilizó a las mujeres para intentar detener las luchas internas. “Nos distribuíamos en grupos por distintos puntos y repartíamos panfletos apoyando la paz, organizábamos marchas pacíficas por las calles y realizábamos visitas a las sedes de las distintas fuerzas políticas para contactar con los líderes y convencerles de la vía de la paz”, explica.
Pero el compromiso con la paz de esta mujer no sólo se circunscribe a Irak. “En los años setenta organizaba eventos en Irak para apoyar la paz en el Líbano y en Palestina. También trabajé por la paz en España, en la época de la transición a la democracia”, recuerda con nostalgia.
El año 2003 ha dejado una huella profunda en la historia de Irak. La invasión estadounidense que provocó la caída del régimen de Sadam Husein ha cambiado muchas cosas en el país árabe. La violencia y los enfrentamientos dominan la actualidad desde entonces. El país lucha por establecer una democracia que englobe a suníes, chiíes y kurdos. Por eso Zangana sostiene que “la causa de la paz en Irak no empezó en 2003, sino con la creación del Estado de Irak”. Irak obtuvo la independencia del Reino Unido en 1932. Desde entonces, el país ha vivido largos periodos de tensiones, de inestabilidad. “Quedan muchos conflictos pendientes y cuestiones sin resolver”, asegura.
En cuanto a la situación de la mujer iraquí, la propia Zangana ha vivido toda una época de cambio. “El cambio ocurrió en la región del Kurdistán en 1991, con el levantamiento contra Sadam Husein”, narra. Aquel año el régimen sufrió una dura derrota a manos de una coalición internacional que expulsó al Ejército iraquí de Kuwait, el pequeño emirato vecino que había invadido en agosto de 1990. En el norte y el sur del país, kurdos y chiíes se rebelaron contra Sadam, que aplastó ambas revueltas con mano de hierro. La dictadura quedó aislada internacionalmente y el Consejo de Seguridad de la ONU impuso un duro sistema de sanciones con el objetivo de debilitar al régimen. También se impuso una “zona de exclusión aérea” en el norte del país, coincidiendo con la región del Kurdistán iraquí, que quedó bajo protección aliada. Se crea un Gobierno regional kurdo en el noreste, con Arbil y Suleymaniya como capitales.
A raíz de estos acontecimientos, se creó un Parlamento regional en el Kurdistán y surgieron varias ONG; “también de mujeres”, recuerda Zangana. “Empezamos a tener más contacto con el exterior y las cosas cambiaron para las mujeres en el Kurdistán. Antes nos encontrábamos en un círculo, ahorcadas por el régimen. Después de la rebelión, la mujer pudo despegarse y el movimiento femenino pudo presionar para modificar leyes y favorecer los derechos de las mujeres”, relata. La persecución de la violencia contra las féminas se convirtió entonces en una cuestión pública. “La lucha por la igualdad llegó a ser un tema corriente y normalizado”, añade.
“Después de 2003, el resto de mujeres iraquíes pudieron tener lo mismo”, explica. Para Zangana, el logro más importante de esta nueva etapa política en Irak es la creación de una cuota de participación femenina en la política nacional. Así se convirtió en diputada de la Asamblea Nacional del Kurdistán, en 2005. Desde allí, presidiendo la Comisión Parlamentaria para la Mujer, intenta promover leyes contra la mutilación genital femenina y contra los crímenes de honor. Zangana trabaja sin descanso para conseguir la igualdad plena de derechos entre hombres y mujeres y lucha contra la violencia de género. “No hay estabilidad verdadera ni justicia plena sin paz y sin igualdad de derechos. No hay democracia sin paz, estabilidad y justicia”, sostiene con voz firme.
Pero su vocación de lucha contra la injusticia aún no está saciada. “Las mujeres en Irak sufren hoy por la falta de seguridad, por la ausencia de paz. Todavía hay obstáculos para que las mujeres accedan plenamente al mercado laboral”, afirma. Para esta luchadora de los derechos de la mujer, los problemas más acuciantes de sus compatriotas son “primero, la seguridad, luego la discriminación legal y, por último, la herencia cultural”. Son tres gigantes que requieren una lucha abnegada. Pero ella no se rinde.