Malika Boussouf
AUTORA DEL TEXTO: ROSA MENESES
ARGELIA, 1954
Psicóloga, periodista y escritora. Desde 1985 trabaja en varios medios de comunicación en Argelia. En 2000 se convierte en directora de redacción del diario independiente Le Soir d’Algérie, puesto del que dimitirá en febrero de 2006 como protesta a la discriminación que sufría por el hecho de ser mujer. Desde 2002 es miembro de la asociación Femmes en Communication (Mujeres en Comunicación), donde forma a jóvenes periodistas sobre técnicas de reportaje. Es coordinadora para el Magreb de la red Un altavoz para el silencio, proyecto de la Fundación Euroárabe en que participan once mujeres periodistas de África, el Magreb, Europa y Oriente Próximo. Actualmente trabaja en una novela sobre la violencia contra las mujeres en Argelia.
Psicóloga de formación pero con alma de periodista, Malika Boussouf ha consagrado su carrera a defender los derechos de las mujeres en Argelia. Por propia convicción. Pero también para luchar contra los obstáculos que ella misma ha ido encontrando en su camino. En 1985, compaginándolo con su trabajo como redactora en el semanario Revolución Africana, comenzó a producir y presentar un programa sobre la literatura feminista en el mundo en una cadena de radio francófona. “Este fue un primer acto de militancia por el derecho de las mujeres en mi país”. Un año después, Boussouf se daría de bruces con el lado más sucio de la sociedad machista argelina: su jefe le exigirá el “derecho de pernada”, como ella misma cuenta: “Para tener autorización de participar en un congreso de cultura argelina en París, el director del periódico en el que trabajaba me puso como condición acostarme con él”. Dimitió inmediatamente. La denuncia contra el director no prosperó en ninguna instancia.
Comenzó entonces a trabajar en la emisión en francés de la radio estatal. Por aquel entonces, todos los medios de comunicación eran públicos. Se quedó hasta 1991, especializándose en política y sociedad. Pocas mujeres en la época cubrían la información política. “Es allí donde verdaderamente comprendí y descubrí todas las formas de injusticia social: los barrios chabolistas, el racismo de los habitantes del norte contra los argelinos del sur… Trabajé mucho sobre la discriminación y sobre los sentimientos que tienen las personas que no se sienten independientes”.
Boussouf denunció las terribles condiciones en que vivían los habitantes de uno de los poblados de chabolas que rodean Argel. Desde la época colonial, los hijos recibían esta mísera herencia de sus padres, generación tras generación. “Como por un feliz azar, eran las mujeres las que se rebelaban contra esta situación y tenían el coraje de hablar. No los hombres”, rememora. La periodista sorteó la censura y difundió su reportaje. El escándalo hizo caer al corrupto alcalde de Argel y los habitantes de las chabolas fueron realojados decentemente. “Fue para mí la victoria más grande de mi vida”, dice Boussouf.
Llegó 1989, la época en que el régimen decide “dar la impresión de acceder a la reivindicación popular de permitir la democracia y la libertad de expresión”, en palabras de Boussouf. Es el tiempo de los periódicos independientes y la radio le confía Show Débats, un espacio semanal de dos horas donde debate sin tapujos sobre los problemas más candentes. El ministro de Educación de la época tuvo que dimitir después de que la periodista denunciara que sus hijos disfrutaban de una beca de estudios en Francia mientras él defendía en Argelia la promoción de la enseñanza en árabe y del Corán.
Boussouf continuó enfrascada en la denuncia de la corrupción, de la censura, de la miseria, de los delitos cometidos por la policía. Pero entonces, el terrorismo hizo su aparición en escena. Los imames señalaron a la periodista y llamaron abiertamente a su linchamiento público. En 1993, tras recibir cientos de amenazas, le hicieron llegar a su casa una sentencia de muerte. El documento fue verificado por los servicios de seguridad argelinos y franceses. Francia le propuso concederle asilo político, pero ella rehusó la oferta: “Estimé que no se podía luchar por la democracia fuera de tu propio país y que no se podía construir una muralla contra el integrismo estando confortablemente instalada en el extranjero”. Había que luchar sobre el terreno.
Comenzó una pesadilla diaria. La periodista, ya demasiado conocida en Argelia, se desplazaba con una tarjeta de identidad falsa. Perseguida por el poder y por los islamistas, escapó a cinco tentativas de asesinato. “En tres ocasiones intentaron matarme las fuerzas de seguridad”, recuerda. Esta mujer menuda, delgada y de blanca tez se vio obligada a permanecer en la clandestinidad, sin domicilio fijo, cambiando constantemente de hábitos. “Nunca dejé de trabajar a pesar del miedo que me atenazaba”.
En 1995 se convirtió en redactora jefe del diario independiente Le Soir d’Algérie y publicó en Francia el libro Vivre Traquée (Vivir acosada). El Gobierno, persuadido de su imagen en el exterior, intentó entonces ganarse su favor y le ofreció un Ministerio que ella rechazó. Boussouf permaneció fiel al periodismo, pese a la amenaza constante. Durante aquellos terribles años en que la muerte habitaba en cada esquina, ella se levantaba a las cuatro de la mañana para acudir al periódico. Pero su vida daría un giro más trágico si cabe cuando uno de sus compañeros periodistas, que ella escondía en su apartamento, fue asesinado por los islamistas. El dramático acontecimiento desencadenó la enfermedad de la anorexia, que superaría años más tarde.
Por todo esto, Malika Boussouf no entiende la “paz” así, escrita entre comillas. Para ella sólo existe la paz. “La paz contrapuesta a la guerra y el genocidio. Pero no la paz entre comillas, en el sentido que le se le ha dado en Argelia, tras amnistiar a los asesinos de miles de personas”. Ella ha visto demasiadas cosas: “Niños de 10 años que han visto cómo degollaban a su padre y cómo violaban a su madre, mujeres que se han vuelto locas tras ser violadas…”. Por eso, la “paz” entre comillas no es suficiente para ella. Exige el establecimiento de una Corte Penal Internacional especial, como las creadas para la ex Yugoslavia o para Ruanda, al abrigo de La Haya, para investigar las matanzas que ambos bandos perpetraron en aquella época, acabando con la vida de más de 150.000 personas. “No habrá paz ni democracia en Argelia si los militares no salen del poder y dejan su lugar a los jóvenes”, reclama.
Por ejercer el periodismo fue golpeada y herida por la policía, agredida por los islamistas, llevada ante los tribunales… Pero la peor agresión para esta reportera le vino de su propio periódico, cuando se enteró de que su sueldo era menor que el de un compañero, hombre, que ejercía el mismo cargo que ella. Dimitió sin dudarlo. Había superado los años más negros. Era febrero de 2006. “Tras 16 años de lealtad descubrí por azar que era víctima de sexismo y de discriminación salarial. Mi homólogo masculino había llegado hacía cuatro años y no poseía ni mi experiencia ni mi competencia. Pero ganaba el doble de mi sueldo”.
No se ha rendido. Desde 2002, trabaja como formadora de jóvenes periodistas en la organización Femmes en Communication. Y está escribiendo el libro más importante de su vida. Una novela sobre mujeres. “Un libro que agrupa todas las formas de discriminación contra las mujeres a lo largo de cuatro generaciones en Argelia. Si no hago este libro, mi lucha contra la discriminación, mi lucha por la paz, quedará en nada”, concluye.