Lyudmila Alexeyeva
RUSIA – 1927-2018
Autora del texto: Lucía Romo Rodríguez
“Una disidente de la era soviética que se convirtió en un símbolo de la resistencia en la Rusia de hoy”
Lyudmila Alexeyeva fue una de las activistas por los derechos humanos más importantes en Rusia. Durante el régimen soviético y los gobiernos rusos posteriores, se dedicó a luchar por la liberación de presos políticos y la inclusión de derechos democráticos en Rusia. Fue una de las fundadoras del Grupo Helsinki de Moscú, uno de los principales organismos del país en defensa de los derechos humanos. También formó parte del Consejo Presidencial de Rusia para la Sociedad Civil y los Derechos Humanos. En 2009 recibió el Premio Sajarov, un premio otorgado por el Parlamento Europeo a personas u organizaciones que han dedicado su vida a la defensa de los derechos humanos y las libertades.
Lyudmila Alexeyeva nació el 20 de julio de 1927 en la ciudad de Eupatoria, en la península de Crimea que, en el momento, formaba parte de la Unión Soviética. Se formó como arqueóloga, pero su trayectoria profesional siempre estuvo orientada a la defensa de los derechos humanos, campo en el que fue y sigue siendo considerada como una de las figuras más relevantes y de las voces más respetadas en Rusia. Empezó como una de las pioneras en el ámbito de los derechos humanos en el país y acabó convirtiéndose en la activista rusa más longeva, una auténtica veterana en la defensa de los derechos y libertades fundamentales.
De joven, ella misma se consideraba como una “comunista idealista” pero pronto se sintió desencantada con el régimen y empezó a participar en la disidencia. Así comenzó, en los años 50, su actividad en materia de derechos humanos. En aquel momento, utilizaba su apartamento como un punto de reunión de un grupo de disidentes soviéticos, que guardaban y repartían publicaciones que estaban prohibidas. Durante esta década y la siguiente se preocupó también de defender a otros disidentes del régimen. Por ejemplo, luchó por la liberación de dos escritores disidentes – Andrei Siniavsky y Yuli Daniel – que habían sido encarcelados por publicar sus obras sin pasar por la revisión de los censores del régimen. Siguiendo esta línea, defendiendo el derecho y libertad de los ciudadanos a conocer la realidad del país, también se dedicó entre 1968 y 1972 a escribir clandestinamente en La crónica de los eventos actuales, un boletín en el que, de manera extraoficial, informaba sobre abusos contra los derechos humanos por parte del gobierno soviético y sobre juicios políticos. Estas crónicas no tardaron en convertirse en una de las voces principales del movimiento soviético de derechos humanos. Toda esta actividad le costó su trabajo como editora científica, además de que fue perseguida e interrogada en varias ocasiones por la KGB (el Comité para la Seguridad del Estado).
En 1976 colaboró en la creación del Grupo Helsinki de Moscú, que acabaría siendo una de las organizaciones rusas de derechos humanos más relevantes . Se fundó con el objetivo principal de vigilar el cumplimiento del Acta final de Helsinki que, entre otras funciones, velaba por el “respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”, así como por el “cumplimiento de buena fe de las obligaciones del derecho internacional”. En caso de que estos derechos no fuesen respetados, el Grupo Helsinki estaba encargado de realizar informes periódicos a las potencias occidentales para informar sobre la situación.
Sin embargo, un año después, ella y los otros fundadores del Grupo Helsinki fueron perseguidos por la KGB. A Alexeyeva no le quedó más opción que elegir entre ir a la cárcel o partir al exilio. Y así fue como se marchó a Estados Unidos con su familia y desde allí continuó trabajando por los derechos humanos en Rusia. Trabajó por cuenta propia en diversas radios, como Radio Liberty o Voice of America y escribió sobre el movimiento disidente soviético – tanto en inglés como en ruso—, publicando en Estados Unidos y en otros países. Además, publicó la primera monografía completa sobre la historia de este movimiento, titulada Soviet Dissent y escribió, junto al periodista Paul Goldberg, The Thaw Generation, una autobiografía sobre los intelectuales disidentes y de cómo, durante los gobiernos de Khrushchev y Brezhnev, decidieron desafiar al régimen y reclamar los derechos fundamentales que le correspondía al pueblo bajo la Constitución Soviética. En 1982, consiguió la ciudadanía estadounidense.
Después de 16 años en el exilio, volvió a Rusia en 1993, con la caída de la URSS. Unos años antes de su retorno, en 1989, había reiniciado el Grupo Helsinki de Moscú, que se había disuelto en 1982. En 1996 se convirtió en presidenta de dicho organismo, consolidando su papel como figura clave en la defensa de derechos humanos en Rusia. Continúo con su labor de denuncia de abusos de derechos humanos bajo los gobiernos de Boris Yeltsin y el consiguiente de Vladimir Putin. Además, bajo el gobierno de este último, se unió a una comisión para aconsejar al presidente en materia de derechos humanos. Esto resultó controvertido a los ojos de otros activistas, que la veían como una mujer alejada de las esferas del poder. Pero Lyudmila defendía que su tarea era conseguir que las autoridades respetasen los derechos humanos y, para ello, en muchas ocasiones es necesario colaborar de cerca con los gobiernos para garantizar su cumplimiento. Nunca dejó de ser crítica de Putin, pero no descartaba trabajar con el gobierno mientras que fuese con el fin de mejorar la vida de los ciudadanos.
Es admirable que Alexeyeva nunca dejó de luchar por aquello en lo que creía. Siguió alzando su voz contra las injusticias de su país, como los abusos contra los soldados en Chechenia, y también continuó denunciando la prisión de disidentes, como había hecho en la época soviética. En el verano de 2009, con 82 años, participó en la denominada Estrategia-31, una concentración popular que tuvo lugar en Moscú con el objetivo de defender el artículo 31 de la Constitución, sobre la libertad de reunión. En una de estas protestas, fue detenida por la policía antidisturbios y llevada a comisaría, lo que despertó un gran revuelo tanto en Rusia como alrededor del mundo, incluyendo las reacciones de organizaciones como el Parlamento Europeo o el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Unos años después, en 2014, también se opuso a la anexión rusa de Crimea, la que era su tierra natal.
Su incansable labor a favor de la defensa de los derechos y libertades fundamentales ha sido reconocida a través de numerosos premios, como el Premio Sájarov para la Libertad de Conciencia que recibió en 2009 por parte del Parlamento Europeo, el premio Václav Havel de la Fundación de Derechos Humanos que recibió en 2015 o el Premio Estatal de la Federación de Rusia, que recibió en 2017. Lyudmila Alexeyeva murió el 8 de diciembre de 2018, con 91 años. El mundo entero lamentó su pérdida, por haber sido una figura tan emblemática en la trayectoria rusa hacia una mayor protección y garantía de derechos humanos, una tarea en la que trabajó sin pausa desde la Unión Soviética hasta el gobierno de Putin.