LAS MUJERES DE GREENHAM COMMON
AUTORA DEL TEXTO: ANA SCHULZ
REINO UNIDO, 1981
“Tememos por el futuro de nuestros hijos y por el futuro de la Tierra, que es la base de toda la vida”
El campamento de Greenham Common fue una iniciativa no violenta de las mujeres británicas que, de 1981 al 2000, se instalaron junto a la base militar americana para protestar contra la proliferación nuclear. Obtuvo el apoyo de miles de personas de todo el mundo y se convirtió en un símbolo de la lucha contra las armas nucleares.
El jueves 27 de Agosto de 1981, 36 Mujeres por la Vida en la Tierra emprendieron a pie la distancia de 120 millas (193 Km.) entre Cardiff (Gales) y Berkshire (Inglaterra), destino a la base militar americana de Greenham Common con un objetivo claro, evitar que se instalaran 96 misiles nucleares de crucero de cuatro ojivas, especialmente destructivos, capaces de matar con cada ojiva a una población de dos millones de personas, apuntando hacia la URSS. La marcha de estas mujeres duró diez días y cuatro de ellas —al igual que hicieran, varias generaciones antes, las sufragistas inglesas— se encadenaron a la valla de la base militar, para instar al Gobierno a aceptar un debate televisivo con ellas sobre la cuestión nuclear. Ante la negativa del Gobierno a atender su demanda, decidieron instalarse de manera permanente. Así nació el campamento de Greenham Common, todo un icono de lucha popular contra las armas nucleares de los años ochenta. En pleno apogeo del Gobierno de Margaret Thatcher, en 1982, el campamento se declaró exclusivamente femenino.
“Tememos por el futuro de nuestros hijos y por el futuro de la Tierra, que es la base de toda vida”, rezaba su reclamo. Aliadas de la Madre Tierra, como mujeres y como madres, quisieron marcar su condición femenina de blanco “débil” en el enfrentamiento físico directo, para darle fuerza a la lucha no violenta y poner su contrapunto al paisaje militar y alcanzar el cierre de la base. Su orientación tuvo muchos colores y fue cambiando a lo largo de los años, pero principalmente fue antinuclear, antimilitarista y sobre todo ecologista, en último lugar se situaba el componente feminista. Se hacían llamar Las Mujeres por la Vida en la Tierra (Women for Life on Earth).
Su zona de movimiento y protesta abarcaba todo el perímetro de la valla que les separaba de la base y de las patrullas. Nueve millas (14 Km.) que jurídicamente no pertenecían a la zona militar y que eran de uso común libre y público (de ahí también su nombre Greenham Common), cuestión que jugó un papel importante en su favor en los tribunales en los que muchas de ellas tuvieron que comparecer. No obstante, esto no libró a muchas de pasar temporadas en prisión, en ocasiones hasta 16 veces, como fue el caso de Katrina Howse. Llegó a haber hasta 40 campamentos y fue en la verja donde aplicaron gran parte de su imaginación, para canalizar la lucha.
Se juntaron mujeres intelectuales, militantes políticas, mujeres de mayor y menor formación, mujeres campesinas, mujeres de alta extracción social, mujeres mayores, mujeres homosexuales. Juntas, pasaron duras pruebas sin electricidad o teléfono, en las estaciones lluviosas y de fríos intensos, ya que se alojaban en condiciones muy precarias. Idearon una tienda de campaña móvil que podía desmontarse y volver a estar operativa muy rápidamente: esto hacía que los campamentos fueran muy escurridizos y que aparecieran y desaparecieran con facilidad en cualquier punto.
El apoyo que recibieron para la causa tomó diferentes formas y fue vital para su pervivencia. Contaban con toda un red solidaria, que les proveía de infraestructura y alimentos. Se trataba de campesinos, de la comunidad de los cuáqueros, de mujeres que puntualmente viajaban al campamento o que les ayudaban en los hogares que habían dejado atrás. Se llegó a generar toda una especie de población basculante en torno al asentamiento. Entre otras, ésta fue la razón por la que la telaraña y la red se convirtieran en el símbolo del campamento.
Skim Besly, una de las activistas, contaba: “Había algunos campesinos que nos traían grandes cantidades de paja, que es muy caliente y que cubríamos con sábanas. La gente era extraordinariamente generosa con nosotras, llegaban con coches abarrotados de sábanas y comida y con un poco de suerte, traían también una curiosa botella que nos permitía sobrellevar mejor las frías noches”.
En 1983 el campamento pasó a ser exclusivamente femenino. Hasta esa fecha los hombres habían participado en el campamento, aunque fuera mayoritariamente femenino. A partir de ese momento, ellos apoyaron de otra forma, quedándose a cargo de los hogares y de los hijos. Algunas mujeres, sin embargo, optaron por criarlos en el campamento.
Unas a otras fueron relevándose en el ingenio de proponer y sacar adelante nuevas acciones inesperadas e imaginativas, acciones directas no-violentas. Había una orden clara de disparar contra todas aquellas que saltaran la valla. Ellas, en respuesta, se disfrazaban de peluches y cruzaban abriendo ranuras por la valla. Se diluía así cualquier atisbo de confrontación seria, un peluche no es un blanco amenazante al que haya que disparar. De esta forma, se colaban con humor en el terreno prohibido, ofrecían té a los soldados y tendían su ropa interior en las verjas de la base, inundando de cotidianidad mundana un paisaje declaradamente militarizado y beligerante. En ocasiones, sus acciones fueron muy efectivas, ya que perturbaban la entrada y salida de los convoyes militares que debían salir a cierta distancia para realizar los entrenamientos. Las mujeres se organizaron en turnos para la denominada vigilancia de los misiles (Misil Watch) y por medio de walkie talkies, señales de humo y rudimentos similares, bloqueaban la salida de los camiones cargados con los misiles. Operaciones que debían realizarse en el más absoluto secreto eran recibidas y festejadas por todo lo alto, por una colorida comparsa de mujeres alegres (literalmente armadas de botes de pintura). El poder quedaba transformado así en pura impotencia.
Las acciones que llevaron a cabo las mujeres de Greenham Common tuvieron un gran impacto mediático. Por ejemplo, el 12 de diciembre de 1982, fecha del aniversario de la llegada de los misiles a la base, hicieron un llamamiento para abrazar la base (Embrace Greeham Common). Fue el momento más álgido de todo el proceso que había durado 19 años. 30.000 mujeres se concentraron en torno a la verja de la base militar, de noche y portando velas. La vista aérea de este cálido abrazo multitudinario recorrió todas las televisiones británicas e internacionales.
Ann Pettitt, que algunos califican como la iniciadora de este movimiento, cuenta la experiencia de aquel día: “Nos organizamos con un envío masivo de cartas. Cada una de nosotras debía hacer 10 fotocopias y enviarlas a 10 conocidas. Fue el día que vinieron 30.000 mujeres procedentes de Devos, Cornwall y todo Gales, mujeres de todo el oeste del país. Cada mujer debía traer una ofrenda que simbolizara la vida, lo importante que es la vida. La verja se cubrió por completo de todo tipo de elementos, hubo mujeres que colgaron fotografías de sus casas, o pañales o hubo incluso una mujer que colgó su vestido de boda y lo dejó ahí. A mí se me caían las lágrimas al ver todas estas cosas, en realidad reía y lloraba al mismo tiempo. Me dijeron que llegaron a ver todo un juego de mantelería, flores, fotografías de bebés e incluso bordados y zurcido cosidos a la valla. Los militares cortaban cada mañana estos bordados absurdos y a la mañana siguiente se los volvían a encontrar”.
Tras la firma de varios acuerdos antinucleares entre Estados Unidos y la Unión Soviética y con el fin de la Guerra Fría, entre 1991 y 1992 los misiles fueron trasladados de vuelta a Estados Unidos. Greenham Common quedaría desde ese momento asociado para siempre a la lucha pacífica y no violenta de cientos de mujeres que se convertirían en el símbolo del ingenio. Mientras Estados Unidos y la URSS disputaban su superioridad nuclear ellas ofrecieron un ejemplo mundial edificante y muy imaginativo de lucha por la defensa de la naturaleza y, como ellas mismas afirmaban, por la vida en la Tierra.