Concepción Arenal Ponte

AUTORA DEL TEXTO: ELVIRA ALADÍN AGUIRRE

ESPAÑA, 1820 – 1893

“La sociedad no puede asentarse bien sobre la resignación y la generosidad, sino sobre la justicia”

Pensadora, escritora y periodista, pionera en la defensa de los derechos de las mujeres. Fundó el grupo femenino de las Conferencias de San Vicente de Paúl. En 1872 creó la Constructora Benéfica, una sociedad filantrópica de casas baratas para obreros. Fue la primera Visitadora de Cárceles de Mujeres. Organizó en España la Cruz Roja de Socorro para atender a los heridos de las guerras carlistas. Traducida a varios idiomas, entre sus obras destacan: Estudios penitenciarios, Cartas a los delincuentes y El visitador del preso.

Vivió una España convulsa con la Guerra de la Independencia primero, el pronunciamiento del coronel Rafael Riego a favor del constitucionalismo contra el absolutismo de Fernando VII, la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis para ayudar a los liberales españoles, su fracaso posterior, la Primera República, el estallido de las guerras carlistas, etc.

Heredó de su padre una insobornable independencia y el compromiso por la justicia y la libertad, unos valores que al padre de Concepción le costaron la vida, tras abandonar el Derecho por las armas. Su padre dejó una viuda joven con tres niñas que se refugiaron con su abuela paterna, cerca de Santander, donde Concepción descubre libros de leyes, El contrato social de Rousseau y otras perlas que le van a imponer un rumbo.

Cuando se rebeló contra su madre, que quería enviarla a estudiar a un colegio “para señoritas”, no sabía hasta qué punto su decisión de asistir en la Universidad a cursos de Derecho, aunque tuviera que hacerlo disfrazada de hombre, le marcó para siempre como una mujer indómita e independiente y eso hizo también que ninguna institución la protegiera al resultar “inclasificable”. De pensamiento krausista, sensible con los débiles, compaginaba el estudio y las publicaciones con un gran activismo social.

Se casó con el periodista Fernando García Carrasco, pretendiente que reúne todos los ingredientes del amor romántico de la época, ya que la defiende públicamente ante sus compañeros, cuando se burlan de su indumentaria; respeta su capacidad y su afán de escribir, y comparte con ella su pensamiento político. Colaboran en el periódico liberal Iberia, lo que les lleva a tener dificultades políticas, y hace que vuelva a disfrazarse para intentar pasar inadvertida en los ambientes “propios de hombres” que gustaba frecuentar. Quedó viuda y siguió escribiendo en el periódico, cuyos responsables dudaban que artículos tan talentosos fueran escritos por una mujer, y le pagaban menos, humillación que no soportó, por lo que se despidió y marchó con sus hijos a la casa materna, en Potes (Cantabria). Allí se enamoró de Jesús Monasterio, violinista famoso en Europa con el que mantiene una correspondencia filantrópica-amorosa, y siguiendo su ejemplo, funda la Conferencia de San Vicente de Paúl, en su rama femenina, de visitadores de pobres.

Defendió a los obreros pero no compartía la ideología de la lucha de clases, en plena fiebre del Manifiesto comunista (1848) lo que le colocó en una postura difícil con el marxismo naciente.”La igualdad política, la que más se estudia, la que con más energía se reclama, es la menos importante y si ha de ser algo más que una palabra vana, debe tener su raíz en la igualdad moral e intelectual”. Y añade que “la sociedad no puede asentarse bien sobre la resignación y la generosidad, sino sobre la justicia”. Criticó la injusticia social como una lacra de su tiempo y propugnó la necesidad de una previsión social: “El Estado tiene la obligación de sostener al desvalido; no pueden perecer en el abandono quienes cayeron, agotadas sus fuerzas, rendidos al peso de los años, cuantos consumieron la existencia en el trabajo que apenas proporciona recursos para el pan cotidiano”. Fundó La Constructora Benéfica para promover viviendas sociales.

Criticó la situación discriminada de las mujeres que tanto padeció y, pese a ser muy cristiana, fue perseguida por la autoridad eclesiástica. Decía que “la educación que se les da en España a las niñas es el arte de perder el tiempo. Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad, independiente de su estado, y persuadirse de que soltera, casada, o viuda tiene deberes que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que no depende de nadie, un trabajo que realizar, y la idea de que la vida es una cosa seria y grave, y si se la toma como un juego, ella será indefectiblemente un juguete. La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano”.

Fue una propulsora del Derecho Penitenciario, entendiendo que el delincuente merece dignidad, y asimismo, que había una responsabilidad social en las circunstancias que favorecían la delincuencia. Promovió un trato reeducador del preso para su reinserción posterior. “Odia el delito y compadece al delincuente”. Fue visitadora de cárceles de mujeres.

La magistrada Manuela Carmena, en su época de Juez de Vigilancia Penitenciaria prologó una reedición del libro El visitador del preso (1991) y hace una apasionada defensa de esta mujer. “Lo leí de un tirón y quedé fascinada. ¿Cómo era posible que un libro escrito en 1861 fuera tan escandalosamente actual? Ya en el primer capítulo dice: “Lo peor que puede suceder es que en las prisiones no entre nadie, como ha sucedido hasta aquí; no serían lo que son ni pasaría lo que en muchas está pasando, sin el aislamiento en que las dejó la indiferencia pública. Puede decirse que el juez, salvo excepciones es un médico que desconoce la composición y los efectos del medicamento que receta”. Termina diciendo que “Concepción Arenal diseñó para el presente, previendo el futuro. Su obra es un antídoto contra el miedo, contra el miedo a ensayar nuevos y atrevidos caminos que hoy pueden ser tildados de utópicos”.

Destacó como implacable enemiga de la guerra, cualquier guerra, opuesta y contradictoria con el Derecho, considerándola fruto de la ignorancia, una profunda injusticia en la que miles de hombres “mueren sin saber por qué ni para qué, y son capaces de sacrificarse con abnegación por el mismo que les inmola sin conciencia”. “El odio que es uno de los elementos esenciales de la guerra, es también una de sus más persistentes consecuencias”. Organizó la Cruz Roja de Socorro, ejerció como voluntaria durante la guerra carlista y esbozó las primeras instituciones de organismos internacionales.

Vino a morir a Vigo, siguiendo a su hijo mayor, y tiene un mausoleo en el Cementerio Municipal en el que cada 8 de marzo recibe una ofrenda floral de parte de una agrupación de mujeres que lleva su nombre. La calle Arenal de Madrid también está dedicada a ella.