Rana Zaqout

AUTORA DEL TEXTO: RANIA KHARMA

PALESTINA, 1965

“Como mujer, como madre cuyos hijos crecen en un entorno de violencia, creo que la paz no es una opción, es un deber. Pero no hay paz sin justicia”

Nació en Nablus y vivió su infancia en la ciudad de Jenin, donde acabó sus estudios secundarios. Estudió Sociología en la Universidad de Bir Zeit en Ramallah. Tras casarse, en 1988 se trasladó a Gaza, de donde proviene su marido y con el que tiene tres hijos. En la actualidad, desempeña el cargo de Oficial de Coordinación en la OCENU (Oficina del Coordinador Especial de las Naciones Unidas para el Proceso de Paz en Oriente Medio).

Rana ha participado activamente en los grupos de jóvenes y mujeres defensores de los derechos nacionales palestinos bajo la ocupación durante más de 11 años. Cuando empezó a trabajar para Naciones Unidas en el año 2000, Rana tuvo que coordinar la asistencia a la población palestina, particularmente en las intervenciones humanitarias que se han llevado a cabo en Gaza. Su trabajo requiere una estrecha colaboración con la Autoridad Nacional Palestina y con la comunidad internacional.

“Los soldados desconocidos no son sólo aquellos que sacrifican sus vidas por los demás, sino también aquellos que luchan cada día para conseguir un cambio; aquellos que a diario libran batallas contra la injusticia y a favor de la paz; sin pistolas, sin bombas, sin ejércitos. Aquellos que han elegido reemplazar sus sueños personales por el sueño nacional”, dice. Rana es una mujer joven, elegante y menuda, con una penetrante e inteligente mirada y una energía inagotable. Es incansable. “Estamos intentando traer piezas de repuesto a Gaza para reparar la estación eléctrica que fue bombardeada”, explica por teléfono. “Estaré en Gaza un par de horas para asistir a algunas reuniones. ¿Quedamos para un almuerzo rápido?”. Siempre corriendo de un lado a otro, su teléfono móvil no para de sonar, lo que le deja menos tiempo para ver a sus amigos, y aún menos para almorzar.

Como consecuencia de sus actividades políticas, en 1987 a Rana se le prohibió salir de la ciudad de Gaza durante seis meses y después fue objeto de una detención administrativa de otros seis meses en cárceles israelíes. Durante ese periodo enfermó de diabetes, hecho que ha influido mucho en su vida personal y en la de su familia. Según Rana, esta experiencia la hizo más fuerte aún, y mucho más decidida no sólo a defender la paz, sino para involucrarse de manera activa en el proceso de paz.

“Durante toda mi vida he sido testigo de personas que han sido asesinadas, familias forzadas a vivir separadas debido a la ocupación. Veo el miedo en los ojos de mis hijos y rezo para tener las fuerzas suficientes para esconder mi propio temor, para poder consolarlos y hacer que se sientan seguros. He visto a millones de palestinos vivir de la ayuda humanitaria, no sólo por ser pobres, sino también porque no tienen acceso al empleo, incluso cuando están los suficientemente cualificados y son capaces de desempeñar un buen trabajo. He sido testigo de cómo nos han humillado por ser palestinos viviendo en territorios ocupados. He visto a la nueva generación palestina tan desesperada por dejar su tierra natal en busca de una vida mejor en el extranjero, porque en este entorno simplemente no tienen vida, no tienen futuro”, cuenta Rana.

El trabajo de Rana por la paz no es convencional. Defiende la paz en cada una de las actividades que realiza. Para Rana las pasadas décadas de violencia y actos de represalia entre ambas partes no podían y no iban a conseguir una solución al conflicto palestino-israelí; en su lugar, están provocando más derramamiento de sangre y pérdidas de vidas humanas y dignidad. La violencia y la pérdida de seres queridos de ambas partes aumentaron la distancia entre las dos naciones, forzadas a vivir juntas, compartir el mismo territorio y los mismos recursos. Frente al conflicto, esta mujer inasequible al desaliento señala que su cometido, “al igual que el de mi marido, es el de contribuir a la construcción de una institución palestina estable, capaz de realizar sus funciones de manera que fortalezca su papel en el proceso de paz y de establecer una base sólida para el futuro Estado palestino”.

Para Rana, es imperativo construir un futuro en paz para las generaciones venideras y para que los palestinos y palestinas que han vivido toda su vida en medio del conflicto conozcan lo que es la paz: “Nuestros hijos se merecen una vida mejor a la que tienen ahora; se merecen el acceso a zonas de juego y no a puestos de control. Se merecen leer un libro que fortalezca su conocimiento y no leer sobre el conflicto en curso, que les priva de la esperanza de un futuro mejor. Nuestros hijos y nosotros nos merecemos que empleemos nuestro tiempo en construir y servir a nuestro propio Estado independiente. En cuanto a nosotros, la población más adulta, merecemos ver un acuerdo de paz que borre los recuerdos que tenemos del conflicto y la violencia, y vivir una vida decente en los días que nos quedan”.

La fe de Rana en la paz proviene de su intolerancia a la injusticia y de su convicción de que la injusticia no debe durar para siempre. “El fracaso de la comunidad internacional en alcanzar una paz justa para Oriente Medio tan solo generará más violencia”. La fortaleza de Rana se une a la de la población palestina, que lucha a diario por su vida ante la falta de recursos para sus necesidades básicas, en particular en Gaza. “Mi fortaleza proviene de la fe en mi pueblo palestino que, a pesar de haber vivido 60 años bajo la ocupación, ha seguido defendiendo nuestra causa; y de la nueva generación palestina, que a pesar de los continuos desafíos a los que se enfrenta en cada minuto, aún conserva la causa palestina en sus corazones y en sus mentes.”